martes, 30 de octubre de 2012

Trabajo Práctico de Lengua Nº 7

Trabajo Práctico de Lengua Nº 7


Consigna: Escribir un cuento inspirado en un cuadro de la exposición "Meraviglie Dalle Marche" del Museo Nacional de Arte Decorativo.
Cuadro elegido: Assunzione della Vergine de Peter Paul Rubens

 Mire donde mire, paredes grises, rejas grises. Incluso las mentes oscurecen aquí dentro. Con cada segundo que pasa el temor y la ira recaen sobre mí. Sé que me condenan por un crimen que nunca cometí, por una tragedia que mis ojos tuvieron el horror de presenciar.
 Mi María, mi pobre María. Cómo la extraño. Lo recuerdo claramente, aunque no sé si pasó hace horas, días, meses o si ocurrió hoy mismo. En este encierro, el tiempo se detiene, es como si los relojes se callaran para siempre.
 Fue un día negro para mí, aunque el sol brillaba en todo su esplendor y el frío de un invierno que se avecinaba parecía muy lejano. Recuerdo que los pájaros no cantaron y los perros no ladraron en esa tarde de otoño. El mundo desconfiaba de su propia sombra. El solo hecho de pensar en ello me da escalofríos.
 Estábamos los dos solos en nuestra enorme mansión, nuestros criados tenían el día libre y se habían ido a la ciudad en la mañana, no regresarían hasta estar bien entrada la noche. No se oía ni un solo ruido.
 Estábamos sentados, totalmente inmersos en la lectura de un libro, un libro hermoso que María y yo adorábamos. Hablaba sobre un lugar donde los bellos sonidos del día no se apagaban nunca, donde no existía el dolor ni el sufrimiento, un lugar donde todos éramos hermanos. El libro se llamaba "Nuestro Cielo". María y yo lo leíamos juntos todas las tardes desde que nos casamos. Nos gustaba soñar de a dos, nos gustaba vivir con el poder de mirar al cielo y saber que algún día subiríamos tomados de las manos.
 Lamentablemente, ese día llegó para ella antes de lo esperado, y nuestras manos estaban tan lejos como el cielo y la Tierra.
 Continuaré con mi triste relato, porque sé que esta es mi última oportunidad de mostrar lo que en realidad ocurrió, aunque de nada sirva, ya que todos me toman por un demente, un loco, y no escuchan mi dolor. Estábamos leyendo juntos, y sólo se escuchaba el sonido de su dulce voz, cuando de repente oímos un estrepitoso ruido. Jamás voy a olvidar ese sonido de vidrios rotos. En ese momento supusimos lo peor: había alguien más en nuestra casa.
 Aunque María me rogó que no lo hiciera yo tomé mi viejo rifle y comencé a acercarme a la cocina, de la que provenía el ruido (sólo Dios sabe por qué no la escuché). Cuando llegué (tarde una eternidad ya que mis piernas temblaban con cada paso), comprobé que, efectivamente, alguien había entrado por la ventana. Lo que yo no sospeché era que el intruso estaba justo detrás de mí, a punto de darme un golpe con una vara enorme de metal; un golpe que habría sido mortal, y un golpe que habría castigado mi imprudencia y mi torpe valentía, pero que solo fue un leve roce que hizo que mi rifle caiga y se dispare contra la pared. Todos se estarán preguntando por qué ese golpe fue tan suave y por qué le dio otra oportunidad  a mi vida. Eso es algo que yo también me pregunté en cuanto advertí la presencia del ladrón, y es la parte de la historia que me cuesta contar.
 Cuando me di vuelta comprendí todo: María me había seguido hasta aqui y al ver mi vida en riesgo, se interpuso entre el intruso y mi cuerpo, recibiendo el golpe que me tenía como destinatario. Vi como lentamente caía ensangrentada y yacía en el frío piso de nuestra cocina. Con solo mirarla a los ojos me di cuenta de que no había más luz en ese cuerpo, un cuerp que ya se iba al cielo, a nuestro cielo.
 En ese instante, mientras el asesino huía (ya se oía la llegada de la policía, seguramente alertada por los vecinos), perdí la cordura, o la poca que me quedaba después de presenciar semejante acto de crueldad.
 Comencé a gritar, a correr, a revolear todo lo que había a mi paso, y en ese momento sentí que las nubes bajaban del cielo e irrumpían en la cocina. Cerré los ojos y la vi a María, subiendo por las nubes, por un momento me sentí lleno de vida, y luego, todo fue oscuridad.
 La policía me encontró gritando solo, frente a mi mujer asesinada, con un metal enorme y un rifle en el piso y me trajo aquí, a una prisión oscura y gris, que no me corresponde. El único castigo que merezco es el de la culpa, ya que de haber sido más prudente, en este momento estaría sentado leyendo con mi amada, en un momento que me gustaría que dure para siempre.
 Hoy es mi día. El día en que me encontraré de nuevo con María. Dicen que me van a ahorcar, que me van a cortar la cabeza, pero yo sé que la cabeza hace tiempo que la perdí, una oscura tarde de otoño, en que yo era feliz.
 Siento el frío en el cuello. Los brazos y las piernas me tiemblan. La soga ya me rodea, y de golpe, la nada. Todo es negro. Pero en el fondo, veo una luz. Veo la luz de mi vida, la que siempre estuvo conmigo. La veo a mi amada esperándome a la tarde, como siempre, con un libro en la mano, esperándome para partir. Para partir a nuestro cielo. Para subir los dos, juntos, tomados de la mano.


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